Casa Redentorista en Tacloban (Jun Santiago CSsR). |
Hace poco estuve de nuevo en
Tacloban y se van viendo pequeñas señales de mejoría. En el centro está todo
más limpio, se han esmerado en dejarlo presentable. Los restaurantes y los
negocios van abriendo y aunque la clientela esté formada en su mayoría por los
cooperantes de las distintas oenegés, es fácil ver también algunos grupos de
filipinos.
Los trabajos de limpieza y
desescombro en la zona donde se encuentra nuestra Parroquia del Perpetuo
Socorro no van tan rápido.
Lo que sí ha cambiado
drásticamente es la iglesia parroquial. Desde el equipo diocesano que se creó
para coordinar las ayudas en Leyte, nos insistieron en la urgente necesidad de
desalojar la iglesia. Así también nos lo comunicaron un grupo que vino desde
Manila a pasar inspección en los centros de evacuación. Abrir la iglesia y las
instalaciones parroquiales a todas las familias fue una decisión acertadísima
en su momento. Ahora tocaba animar a la gente a salir de allí, a enfrentarse a
la realidad, a emprender el largo y arduo camino de la reconstrucción.
Reconstrucción que ha de ser material –casas, negocios, fincas…- pero también
psicológica y espiritual.
La comunidad redentorista decidió
no despedirlos de manos vacías. A cada una de las casi doscientas familias se
le ofreció algo de dinero y un kit bastante completo de reparación de techos.
No obstante los redentoristas estaban asustados por la posible reacción de las
familias. El párroco bajó a la iglesia, cogió el micrófono y empezó a hablar en
el dialecto propio. Sinceramente no sé lo que dijo, pero cuando terminó la
gente empezó a aplaudir para sorpresa del resto que estábamos observando.
Esto no es sino una muy pequeña
muestra de todo lo que estoy aprendiendo aquí de esta gente. La fuerza y la
esperanza con las que se levantan –cual ave fénix- de las cenizas; la admirable
fe que tienen en que saldrán adelante; su firme confianza en Dios; su
sobrecogedora alegría y su sincero agradecimiento…
Este pueblo filipino me está
enseñando a ser humilde, a fijarme en lo pequeño, a volver a lo esencial… A
recordar lo que verdaderamente significa la Navidad que pronto celebraremos:
Dios todopoderoso y eterno que ha querido hacerse niño frágil y vulnerable,
dependiente total de María y de José, en un pobre pesebre de una perdida aldea
en un insignificante país.
Aprovecho esta entrada para
desearos a todos una muy Feliz y Santa Navidad.
El Señor que vino al mundo pobre
y débil, nos abra los ojos, los oídos, la mente y el corazón para poder
reconocerlo hoy entre los más pobres y los más débiles. El sigue viniendo año
tras año, día tras día. Ojalá le abramos el humilde pesebre de nuestro corazón –bestias
incluidas- y no dejemos de adorarlo como sencillos pastores de nuestro tiempo.
¡Feliz Navidad!
¡Besos y abrazos a todos!
Carlos A. CSsR